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Un poco de Historia

EL SUEÑO DE UNA REPUBLICA ANDALUZA

EL SUEÑO DE UNA REPUBLICA ANDALUZA

Aniversario de la Constitución de Antequera 1883

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Aniversario de la matanza de Atocha

Aniversario de la matanza de Atocha El PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA puso lo mejor de si mismo en la lucha por la democracia en este país, pena que aún nadie se lo reconozca

4 de diciembre de 1977

ESE GENERAL.- De Rafael Alberti


-Aquí está el general.
¿Qué quiere el general?
- Una espada desea el general.
-Ya no existen espadas, general.
¿Qué quiere el general?
-Un caballo desea el general.
-Ya no existen caballos, general.
¿Qué quiere el general?
-Otra batalla quiere el general.
-Ya no existen batallas, general.
¿Qué quiere el general?
-Una amante desea el general.
-Ya no existen amantes, general.
¿Qué quiere el general?
-Un gran tonel de vino desea el general.
Ya no hay tonel ni vino, general.
¿Qué quiere el general?
-Un buen trozo de carne desea el general.
-Ya no existen ganados, general.
¿Qué quiere el general?
-Comer yerbas desea el general.
-Ya no existen los pastos, general.
¿Qué quiere el general?
-Beber agua desea el general.
-Ya no existe más agua general.
¿Qué quiere el general?
-Dormir en una cama desea el general.
-Ya no hay cama ni sueño, general.
¿Qué quiere el general?
-Perderse por la tierra desea el general.
-Ya no existe la tierra, general.
¿Qué quiere el general?
-Morirse como un perro desea el general.
-Ya no existen los perros, general.
¿Qué quiere el general?
¿Qué quiere el general?
Parece que está mudo el general.
Parece que no existe el general.
Parece que se ha muerto el general.
que ya, ni como un perro, se ha muerto el general,
que el mundo destruido, ya sin el general,
va a empezar nuevamente, sin ese general.

 

 

 

75 años del triunfo del Frente Popular

75 años del triunfo del Frente Popular

 

Secretaría de Comunicación del PCE / 16 feb 11

      Hace ahora 75 años, el 16 de febrero de 1936, la candidatura unitaria de izquierdas conocida como Bloque Popular obtenía un resonante –aunque ajustado en votos- triunfo electoral en nuestro país. En realidad, no pasaba de ser entonces una coalición heterogénea, unida por la voluntad de restañar, mediante la amnistía, las heridas de la represión posterior a Octubre de 1934, y de subsanar los destrozos de dos años largos de gobierno derechista (el “bienio negro”).

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El 11de febrero conmemoramos el 138 aniversario de la I República Española

El 11de febrero conmemoramos el 138 aniversario de la I República Española

    El  insigne republicano, Emilio Castelar, subió al estrado y pronunció estas palabras: “Señores, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática. Nadie ha acabado con la monarquía, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen todas las circunstancias, la trae una conjura de la sociedad, de la naturaleza y de la Historia.”

Si quieres leer el artículo de Carlos Etchevarría sobre la I República PINCHA AQUÍ

Concha Carretero: “La República es el bienestar del trabajador”

Concha Carretero: “La República es el bienestar del trabajador”

      La veterana militante de las JSU, compañera de cárcel de las Trece Rosas en 1939, fue nombrada presidenta de honor de la Conferencia Republicana del PCE.

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34º Aniversario del asesinato de Javier Verdejo: memoria, dignidad y lucha.

34º Aniversario del asesinato de Javier Verdejo: memoria, dignidad y lucha.

En la madruga de del 13 al 14 de Agosto de 1976, caía asesinado en una playa de  Almería, Francisco Javier Verdejo Lucas, estudiante comunista de 19 años. Las balas del "orden" burgués español segaron la vida de un joven andaluz por haber cometido el "delito" de intentar escribir en una pared del Balneario de San Miguel, en la barrida del Zapillo: "pan, trabajo y libertad". Solo pudo poner "pan" y una "t", antes de ser descubierto, perseguido y abatido. No hubo investigación ni juicio, solo un informe oficial, según el cual se habría tratado de un accidente, uno más de los que han acabado con la vida de tanto luchador por la causa de la justicia. En la persecución, un arma se disparó, con tan certera mala suerte que le mató instantáneamente.

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Madrid, a Oliver Law

Madrid, a Oliver Law

El pasado 20 de junio, los Amigos y Familias de la Brigada Abraham Lincoln, que combatió con los Voluntarios Internacionales en la Guerra de España contra el fascismo, adoptó como resolución promover y apoyar la solicitud de que una calle de Madrid –capital de la República defendida por los brigadistas internacionales en 1936– lleve el nombre de Oliver Law, personificando en él a todos sus compañeros, que lucharon por la democracia en España. De los casi 60.000 brigadistas de más de 50 países que participaron en la contienda, perdieron la vida algo más de 15.000. Oliver Law fue uno de ellos.

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DOCUMENTAL: REJAS EN LA MEMORIA

Verdad, justicia y reparación” a los registros de la propiedad de la España post genocidio

Verdad, justicia y reparación” a los registros de la propiedad de la España post genocidio

 

Miguel Ángel Rodríguez Arias

El Plural

“Cuando haya sangre en las calles, compra propiedades”, ya lo decía el Barón de Rothschild allá por el año 1757.

Aunque a nuestros victoriosos cruzados patrios que, efectivamente, hicieron correr la sangre por las calles de toda España, ni siquiera les hizo falta comprar nada. Simplemente cometieron la práctica totalidad de los crímenes contra la humanidad, de guerra y contra la paz que existen y, después, despojaron a sus víctimas de cuantos bienes se les antojó. 

Mejor dicho, utilizaron los resortes del nuevo “Estado”, la absoluta impunidad que el mismo les brindaba, para robar, durante años, a las familias de quienes habían defendido nuestra República.

Al igual que los propios nazis, apropiaciones de inmuebles, de tierras, de instalaciones industriales, de obras de arte y otros bienes, requisas coactivas de papel moneda, imposición arbitraria de tipos de cambio abusivos en zonas fronterizas y explotación empresarial de mano de obra esclava, fueron buena parte de sus hazañas redentoras de la cristiandad.

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LOS LÓPEZ SÍMBOLOS DEL CARRIZAL.

LOS LÓPEZ SÍMBOLOS DEL CARRIZAL.

La represión franquista se ensañó con la familia del teniente alcalde de Lanjarón, fusilado con tres de sus siete hijos en 1936. A otro de sus vástagos, apodado ‘Germinal’, lo ejecutaron en el cementerio de Granada en enero de 1945.

SANTIAGO SEVILLA Y ÁLVARO CALLEJA. El padre y cuatro de los siete hijos de la familia López Mingorance fueron fusilados durante la Guerra Civil y la posguerra. Tres de ellos están en el último barranco antes de llegar a Órgiva, otro cayó en Torvizcón y al quinto, al que llamaban ‘Germinal’, le volaron la cabeza en la tapia del cementerio de Granada en enero del 45.

Hoy 15-9-44. A mi madre querida: ¿Cómo estás, vieja? Llorando mucho ¿verdad? Es claro, lo único que te faltaba para completar la suma de tus dolores era tener un hijo condenado a muerte y ya lo tienes. Pero haces mal con llorar tanto, tienes que ser fuerte una vez más en tu vida y pensar que nunca brilla tan claro el sol como después de la tormenta. Ese sol está ya muy cerca, pues pronto seré conmutado y en fecha no muy lejana me tendrás a tu lado para todo el resto de tu vida…”)

Celebración y memoria. Manuel, el menor y único de los seis varones de la familia López Mingorance no fusilado entre 1939 y 1945, celebró la muerte de Franco de dos maneras. Primero se afeitó el bigote, como había prometido hacer cuando desapareciese el dictador. Luego, en su taller de coches de Granada, soldó dos tubos a modo de cruz y sobre la matrícula de un viejo Gordini escribió algo con pintura blanca y se fue derecho para El Carrizal. Allí, a finales de 1975, a un par de metros de una curva de la carretera entre Lanjarón y Órgiva, Manuel llevó a cabo el primer acto físico de recuperación de memoria de víctimas republicanas de la Guerra Civil en Granada. Y allí sigue la cruz, al pie de un barranco donde el catedrático y cronista de Órgiva, Juan González Blasco, asegura que hay enterrados 4.000 republicanos granadinos y malagueños.

Allí, el 11 de agosto de 1936, un niño de 9 años supo por unos soldados el sitio donde fue fusilado Manuel López López, electricista, mecánico, socialista, republicano y teniente de alcalde de Lanjarón. Antes de la ejecución, uno de los miembros del pelotón se dirigió a él y le dijo: “Primero fusilaremos a tus hijos para que los veas morir”.

Huida y detención. Antonio y Félix, republicanos como su padre, habían huido a los montes de Lanjarón cuando a los pocos días del golpe militar partidas de la Guardia Civil y grupos de falangistas armados se hicieron con el control del pueblo y de buena parte de la Alpujarra. También abandonaron el pueblo sus hermanos José María y Miguel en dirección al Este. El primero logró llegar a Almería, pero el segundo cayó preso en Torvizcón.

(…Es cierto que nada podrá borrarte en tu corazón de madre y esposa el dolor de aquellos que se fueron para no volver, pero aún puedes endulzar un poco los últimos días de tu vida viendo felices a tus hijos y tus nietos. ¡Verás qué a gusto vamos a vivir cuando rehagamos el hogar que un día destrozó la tragedia!...)

Mientras los hermanos se ocultaban precipitadamente en la sierra, el padre fue detenido en el Ayuntamiento de Lanjarón. Antes de ser conducido a la prisión de Granada, su mujer, Dolores Mingorance, se presentó en el Ayuntamiento y pidió que al menos le diesen el retrato de su marido. La foto acabó pisoteada por el suelo; luego saquearon su casa y el taller mecánico de la familia.

Camino del Carrizal. A los pocos días, los hermanos mayores, Antonio y Félix, decidieron regresar a Lanjarón con la ingenua creencia de que, como nada habían hecho, nada tenían que temer. Acabaron encarcelados en la prisión de Granada junto a su padre. De allí partieron cuando no había despuntado el alba del 11 de agosto de 1936 en uno de los siete camiones que Dolores Mingorance contó cuando pasaron por Lanjarón camino del Carrizal. Creyó ver a su marido entre los que iban a morir. Al chaval de 9 años le contaron también cómo el teniente de alcalde de su pueblo y sus dos hijos mayores fueron sepultados en cal viva junto a una higuera del barranco, no muy lejos de donde Manuel colocó la cruz en 1975 en recuerdo de su padre y sus hermanos.

Pero aquel chavea no fue el único testigo de los fusilamientos masivos del Carrizal. González Blasco, autor de ‘Órgiva, hitos de su historia’, habla de otro niño que pastoreaba por la zona con su rebaño de cabras. Simón Pérez Rodríguez recuerda que a diario pasaba un camión lleno de criaturas, “...con 70 u 80 personas, procedentes de pueblos de la Alpujarra. Al rato se oía el tiroteo de las pistolas. Así un día y otro. Hay miles y miles de personas fusiladas y también otras personas que vivían en Las Barreras pueden dar fe de ello”.

(…No llores más. Mírame a mí, que condenado a muerte, miro la vida con mayor optimismo y sufro con resignación todas las amarguras de la suerte. Cuídate todo lo posible para que puedas cruzar el valle del dolor por el que atraviesas hace ocho años; al fin y al cabo, solo los que sufren pueden gozar plenamente de la dicha, cuando la dicha llega…)

No fue mejor la suerte que corrieron los otros dos hermanos López Mingorance. Miguel, que dejó dos hijos pequeños y una mujer que acabaría internada en el Hospicio, fue asesinado el 27 de agosto del 36 en Torvizcón en circunstancias poco claras; unos dicen que fue fusilado, mientras otros sostienen que alguien próximo a la familia lo apuñaló en los calabozos.

Germinal. Mientras, José María logró llegar a Almería, donde se integró en el Ejército Republicano. Fue secretario de las Juventudes Libertarias de Andalucía y desde entonces todos le llamaban ‘Germinal’. Brillante orador, Germinal, que juró venganza por todo lo que habían hecho a su familia, resultó herido en un pie en una refriega con los sublevados durante el cerco de Almería. Se enamoró de la joven enfermera que le cuidó y su fue a vivir con ella.

Como si hubiera servido de inspiración para la película ‘Los girasoles ciegos’, vivió meses emparedado en un pequeño zulo en la casa que compartió con aquella enfermera al término de la Guerra Civil. No salía de allí. La mujer, hija de un militar rebelde de alto rango, convenció a Germinal para que confiase en las influencias de su padre, que tenía amigos en el entorno de Franco. José María accedió y acabó en la cárcel de Alicante.

(…Imagínate que estás en tu casa, sin trabajar más, rodeada de tus hijos y tus nietos, sin preocupaciones económicas y con todo lo necesario para vivir bien y estarás viendo la vida que yo pienso darte el día feliz en que me reúna con vosotros. ¿No te alegrará algo el oírte llamar abuelita y verte querida y agasajada por todos, incluso, hasta por aquellos que un día te despreciaron y huyeron de vosotros como de perros sarnosos?...)

Dolores, la madre de los López Mingorance, se fue con su hijo Manuel a Motril –zona republicana– tras los fusilamientos del Carrizal, mientras sus dos hijas, Pura e Isabel, fueron detenidas y recluidas en Torres Bermejas y luego trasladadas a la prisión provincial. “Todavía estáis aquí. Veremos a ver mañana”, se mofaban las carceleras de las dos hermanas, según recuerda hoy Maribel, hija de Isabel, que finalmente saldría con vida de la cárcel con su hermana.

Lo que quedaba de la familia encontró acomodo en la casa de una modista de la calle San Matías y luego alquiló una propia en el Realejo. Desde allí, Dolores se trasladaba frecuentemente hasta la prisión de Alicante para ver a Germinal. El reo daba instrucciones a su madre para que hablase con amigos bien posicionados, en un intento de salvar la vida. Las gestiones dieron como fruto el traslado de Germinal a la cárcel de Granada, donde recibía visitas de su familia y desarrolló una desgarradora relación epistolar con su madre.

La última carta
(…¿Quién te ha dicho que la dicha no vuelve? Pues claro que vuelve y volverá para ti. ¿Pues no es dicha el que nos llamen santos los que antaño nos llamaron demonios? ¡Madre idolatrada! Yo tengo mucha fe, mucha, en la Providencia y sé que un día ha de llegar muy pronto en que yo te veré llorar de alegría. Ese día será el más grande de mi vida. Mientras tanto, conténtate con saber que tienes un hijo que te quiere más que a nada en el mundo y que espera demostrarte su cariño sin límites dentro de muy poco. Que Dios lo permita. Muchos besos para los niños y abrazos para ti…)

Germinal firmó esta carta, su última carta, en septiembre de 1944, desde la prisión provincial de Granada. Su madre y sus hermanas lograron en Motril un certificado que, según entendieron, debía ser el salvoconducto definitivo para excarcelarlo. Se apresuraron a presentarlo en el presidio de la Carretera de Jaén, pero cuando llegaron era demasiado tarde. “Va camino del cementerio”, les dijeron. Las mujeres de la familia López Mingorance se desmoronaron.

Sólo las hermanas fueron capaces subir a la colina de la Alhambra. Allí encontraron semienterrados a un grupo de presos recién fusilados. “El pelotón le dijo que se diese la vuelta, pero él quiso morir de frente”, describe Maribel la gallardía de su tío en el último instante de aquel 25 de enero de 1945. La pierna de Germinal, la que hirieron durante el cerco de Almería, sobresalía de la tierra; así pudieron identificarlo y enterrarlo dignamente junto a uno de sus compañeros de infortunio.

La madre de Germinal fue enterrada junto a su hijo en 1959. La desgracia la había consumido hasta tal punto que, en el momento de su muerte, medía poco más de un metro de altura.

Hace un mes, Maribel y su marido, junto a miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, colocaron en el patio de San Gregorio del cementerio de Granada, donde está enterrado, una placa para recordar a Germinal. A los pocos días fue arrancada..

www.laopiniondegranada.es  27/05/2009

LOS 25 DE TORVIZCÓN

LOS 25 DE TORVIZCÓN

En los días que siguieron a la sublevación militar, sólo unos pocos en la localidad alpujarreña tuvieron conciencia de que se había desatado una guerra civil. La confusión facilitó los fusilamientos.

SANTIAGO SEVILLA Y ÁLVARO CALLEJA. En el Ayuntamiento de Torvizcón, días después de la sublevación militar, políticos de izquierdas y derechas se arremolinan alrededor de la única radio del pueblo, en el Ayuntamiento:
-“¡¡¡Obreros, echaos a la calle!!!”, escupía el receptor las consignas republicanas para armar al pueblo tras el alzamiento de las tropas de África.
- “Tranquilo alcalde, mejor que no se sepa nada… Esto van a ser tres días”, calmó un destacado derechista al regidor del pueblo apodado el ‘Chiquitillo’.

Esa calma, piensan muchos hoy en Torvizcón, frenó el levantamiento popular contra los falangistas o, más bien, retrasó la huida de quienes pudieran tener motivos para sentirse perseguidos por los sublevados. Pasaron los días y, aunque conscientes del estado de máxima tensión política, buena parte del pueblo no acababa de tener conocimiento exacto de que se había desatado una guerra civil en toda regla. Cuando lo tuvieron fue demasiado tarde, al menos para 52 de sus vecinos, que fueron ejecutados en tres sacas entre finales de junio y mediados de agosto de 1936. ‘Los 25 de Torvizcón’ fueron los últimos en caer.

El rápido avance republicano desde Cádiar no fue suficiente para salvarlos. Llegaron unos días tarde. Cuando tomaron el pueblo, ‘Los 25 de Torvizcón’ ya habían sido fusilados y los ejecutores ya estaban a salvo más allá del río Guadalfeo, la frontera natural que durante todo el conflicto bélico dividió en la Alpujarra la zona nacional y republicana hasta el final de la guerra civil. No muy lejos del Ayuntamiento, en la parte alta del pueblo, al final de una cuesta muy pronunciada, vivían Los Góngora-Montero, una familia republicana afiliada a un sindicado de izquierdas que en Torvizcón se conocía como El Centro.

Aniceto, de 22 años, era uno de ellos, el segundo de cinco hermanos dedicados al campo. El joven, que no hacía mucho había regresado del servicio militar, se encontraba la mañana del 13 de agosto de 1936 construyendo un pequeño horno para producir carbón en el paraje del Cercao, un abrupto risco rodeado de pequeñas encinas a unos cien metros de su casa. A su domicilio llegó esa mañana un grupo de falangistas armados para conducirlo hasta la Guardia Civil donde debía someterse a un interrogatorio rutinario.

–“Qué no se preocupe, solo queremos hacerle unas preguntas”, dijo uno de los miembros de la escuadra a la madre de Aniceto. Entre el miedo y la inocencia, su hermano pequeño, José Agustín, que tenía 12 años, fue presto a buscarlo.

“Mi padre vivió y murió con la pena de que fue él quien le dijo a su hermano que tenía ir a la Guardia Civil”, recuerda hoy Pilar Góngora, sobrina de Aniceto e hija de José Agustín. Camino del cuartel, a Aniceto alguien le aconsejó de que no fuese, que huyera, pero él dijo que no tenía nada que temer, que no había hecho nada. El mismo grupo armado que ese día había salido de ‘caza’ con 25 nombres en una lista, pasó por casa de Manuel y Álvaro Ruiz Montero, de 27 y 30 años, primos de Aniceto.

Con ellos no hubo rodeos. Álvaro estaba en cama con una pulmonía. Su madre imploró clemencia, primero, y luego un poco de humanidad: “¡Dejad que se ponga las abarcas!”, espetó. “Para lo que le van a servir”, respondió el que parecía ser el jefe de los ‘cazadores’. Se fue descalzo. Aniceto, sus primos Manuel y Álvaro, y el resto de los veintidós detenidos de aquella batida del 14 de agosto de 1936 acabaron en los calabozos de la Guardia Civil, contiguos al Ayuntamiento.

El alcalde que dudó sobre el verdadero alcance de la sublevación militar, llevaba días muerto. Cayó en una de los primeros fusilamientos en el pueblo. Ya nadie tenía dudas de que aquello era un guerra sin piedad. Sin embargo, los últimos detenidos de Torvizcón, hacinados en un calabozo, albergaron una posibilidad de salvarse. Así se lo hicieron saber algunos de sus familias cuando trataron sin éxito de llevarles comida al improvisado presidio. Las fuerzas republicanas se habían hecho fuertes en Cádiar y continuaban su avance a Torvizcón.

Tras la detención de su hijo Aniceto y de sus sobrinos Manuel y Álvaro, José María Góngora supo que caería más pronto que tarde y se ocultó en las afueras del pueblo, hasta que tres días después las tropas leales a la República entraron en Torvizcón. Es lo que debió haber hecho su hijo, pensó entre los matorrales que le sirvieron de refugio en aquel sangriento verano del 36. Pero antes es probable que José María se despertara entre la maleza el 15 de agosto sobre las seis de la mañana, cuando aún no había amanecido.

A esa hora Gregorio, requerido por la Guardia Civil, llegó con su camioneta a las puertas del Ayuntamiento de Torvizcón. A juzgar por la reacción que tuvo luego no debía conocer el destino que le aguardaba a los 25 vecinos del pueblo que fueron ocupando el volquete del camión. Cuatro horas después, sobre las diez y media de la mañana, cerca de los Llanos de Contra, en Talará, anejo de Lecrín, un carrero de Lanjarón que volvía de Granada en dirección a Torvizcón se encontró a Gregorio llorando de rodillas. Pensó que había tenido un accidente y se detuvo para auxiliarle.

–“Qué te pasa, por qué lloras?”, preguntó el carrero.
–“¡Ahí abajo están matando a los jóvenes de Torvizcón!”, respondió Gregorio. Cuando el carrero, de nombre Fabián, se acercó al olivar, vio caer dentro de la fosa al último de los 25 de Torvizcón. Dicen que llamó asesinos a los ejecutores y que éstos le respondieron que habría un sitio para él en la fosa si no se marchaba de allí. El avance republicano. En unos días las tropas republicanas se hicieron con el control de Torvizcón y casi todos los falangistas implicados en la represión huyeron del pueblo y se instalaron en Granada.

Aún así, las milicias encontraron y fusilaron a dos significados derechistas, uno de ellos fue ejecutado bajo el puente de Torvizcón, bajo la acusación de ser el ‘topo’ que desde dentro del sindicato había contribuido presuntamente a la represión de simpatizantes de la República. Luego, durante la guerra y la posguerra, los Góngora vivieron episodios de perdón, recompensa y humillación. Aseguran sus nietas que en los meses posteriores, José María salvó el pellejo a un hombre de derechas del pueblo cuando fue apresado por los republicanos en su cortijo de La Granja.

–“¿Pero qué vais a hacer? ¡Si este hombre ha dado de comer a los pobres del pueblo!” La ascendencia de José María Góngora sobre el poder republicano en Torvizcón evitó la muerte de Jesús Ruiz, que, al acabar la guerra, le devolvió el favor cuando los Góngora volvieron a tener motivos para sentir miedo. También fue determinante en evitar una nueva purga de comunistas el alcalde que gobernó en la posguerra, Mauricio López, que rompió varias listas negras que circulaban por Torvizcón.

Con todo, de todos aquellos que vivieron los trágicos sucesos de Torvizcón, José Agustín Góngora, el hermano menor de Aniceto, quien fue a avisarle de que la Guardia Civil lo estaba buscando, fue el que más sufrió la implacable persecución del recuerdo. Y también el peso de la culpa le llevó también a escribir una de las primeras páginas del proceso para recuperación de la memoria histórica.

En junio de 2003, José Agustín encabezó, junto a la CGT de Andalucía, el primer intento por reabrir una fosa de la Guerra Civil en Andalucía. Buscaba a su hermano, pero no encontraron nada. Un cálculo sobre testimonios ambiguos y un paraje muy alterado por el tiempo propiciaron el error. José Agustín murió en 2005 sin conseguir su propósito. Hoy sus hijas, con una visión aparentemente más atinada de la situación de la fosa, han retomado el propósito de su padre. Encontrar a los 25 de Torvizcón y devolverlos al pueblo

www.laopiniondegranada.es   27/05/2009